domingo, 22 de abril de 2012

¿¿¿¿KAFKA EN PARÍS????

Pues sí, por si no teníamos bastante con un americano en la corte del Rey Arturo, otro en París, un inglés en Nueva York e incluso al mismísimo Tarzán en la ciudad de los rascacielos, henos ante Kafka en París.


 [Tarzán en Nueva York. Paradigma de paradojas. ¿Se imaginan que además fuese gallego?]

Porque, en efecto, allí estuvo en dos ocasiones, en octubre de 1910 y en agosto de 1911, la primera vez en compañía de los hermanos Brod y en 1911 solo con Max. Hay pruebas, damas y caballeros. En los diarios de viaje de agosto-septiembre de 1911, durante su segunda visita a la Ciudad de la Luz Kafka recuerda la primera: “Recuerdo del retrete amenazado por el tráfico delante de Saint Roche en París”[1].

Esto del tráfico le chiflaba bastante. Gracias a eso tenemos la entrada del lunes 11 de septiembre de 1911 en la que describe el accidente, del que fue testigo, entre un automovilista y un triciclo. Esta entrada del diario vale por un cuento de Kafka, lo que una vez más nos hace pensar que el creador se limita a observar, y que aunque Kafka hable de retretes lo hará de manera genial, pues para él la atención era la religión del hombre.

[París, burdeles racionales, la comedia francesa, la Torre Infiel… ¡Y las orejas de Kafka! Un tema de escándalo]

Pero, en fin, al grano. A Kafka le chiflaban los automóviles, los aeroplanos, las motos, el cine y también las barcas de remos, las granjas y hacer fotos a sus hermanas desnudas mientras hacían saludables ejercicios naturistas. Y le gustan las cándidas jovencitas y las prostitutas gordinflonas. Es decir, en principio parece que con tanta polivalencia gustativa Kafka sería un habitante ideal de París. ¿Pero ustedes se lo imaginan? Yo, sí: visitando el Louvre cuando habían robado la Mona Lisa el 21 de agosto de 1911. No podía ser de otra manera.


 [La Mona Lisa de Duchamp. No, esta no la robaron, lo sé. Pero ¿acaso no está mona?]

Y es que llega un momento en el que uno ya no sabe qué es realidad y qué es sueño, porque Kafka soñó, más tarde, que se quedaba a vivir en París. E incluso se soñó en Nueva York, en El desaparecido, ante una Estatua de la Libertad con una espada por antorcha en la mano. Pero es que incluso es difícil imaginarlo en Berlín, salvo como cadáver. Y quizás verlo en París sea incluso menos complicado que verlo de camarero en Israel en un restaurante que regenta junto a Dora, cocinera que no sabía cocinar.

En conclusión, con Kafka todo era posible. Y todo lo contrario.


[1] KAFKA, Franz. Diarios. Barcelona: DeBolsillo, 2006, p. 583, traducción de Joan Parra y Andrés Sánchez Pascual.

sábado, 14 de abril de 2012

BUTT CONTEST (2)

Who painted these buns? Can you name the picture?


Post your guess!
You can see the correct answer in the next issue of our BUTT CONTEST.

And here is the answer to our previous issueThe Rokeby Venus, by Diego Velázquez.


 Also known as The Toilet of Venus, Venus at her Mirror, Venus and Cupid or, in Spanish, La Venus del espejo, it was painted between 1647 and 1651. Its main precedents are Giorgione's Sleeping Venus and Titian's Venus of Urbino. It can be seen at the National Gallery in London. 



sábado, 7 de abril de 2012

LA VITA È BELLA. LIVE IT!


Who would have thought of it! Who would have imagined just a hundred years ago that one could “buy” an experience? Times change, that’s for sure. Ask Kafka, Balzac, Flaubert… wouldn’t they have loved to live it! Mankind progresses, improves every minute. Today things are accessible for everyone, more easily available, new products are created, wrapped up in the most appealing packaging, ready to take home and enjoy. Just open the pretty tin box and there it is! All your dreams, your desires and expectations! All in a tiny little box: love, happiness, enjoyment, relaxation, health, beauty, calm, youth… Everything is possible, easy, friendly, cozy. One feels protected, hustle-free. Satisfaction is guaranteed!

  
But that’s not all, my friend. Just open your eyes, be alert. Don’t miss a thing!
The good things in life come in a little bottle, like the best perfume, or the finest wine…
All you have to do is go to your nearest supermarket, or even better than that, go to your bank!

martes, 3 de abril de 2012

2. El culo del poeta laureado


  La anécdota es al narrar lo que el forúnculo al culo, una extrañeza improcedente en la redundancia, una creación inexistente donde se abre el área del sí mismo. Pero, bueno, ¿no nos hace más humanos un forúnculo que un logaritmo neperiano o la Fenomenología del Espíritu? Prueba a bajar a la frutería del barrio y habla del papel del infinito en las matemáticas o en la filosofía: esos seres humanos, humanísimos, esas naturalezas cálidas y tiernas no te lo agradecerán tanto como si te desmarcas del silencio con la anécdota de un forúnculo avieso que ayer te ha jugado la mala pasada de despertar en tu culo. En este último caso, las buenas gentes lo acogerán con la compasión y el cariño, con las opiniones y la experiencia de lo que está entrañablemente arraigado en lo más profundo de sus vidas, pues se preocupan de que la paz y la salud reinen en todo culo de vecino.
  Así que toca anécdota, porque lo humano nos conmueve como el balanceo de la cuna al blando culo del futuro hombre. Y no puedo evitar narrar, además, la anécdota de uno de los culos más sencillos e ignotos por parte de los usuarios de fruterías de barrio. ¡Devolvámosles su humanidad centuplicada de culos! ¡Enriquezcamos con culos sin forúnculos ni infinitos su anecdotario cotidiano!


[Empieza la historia de un Sísifo que también va de culo]

  Érase una vez un poeta de pueblo y para el pueblo, un poeta popular sin demagogias, un vate de cuyo culo, común y corriente y a un váter pegado, salían los más cagarruteros versos dedicados a las boñigas de los campos y las primeras heces de la parturienta. Un poeta claro y distinto en una provinciana ciudad de provincias que trabajaba y oraba amparado por las musas y una paga vitalicia por incapacidad laboral permanente que le había gestionado su cuñado, sindicalista liberado de todo prejuicio y moralidad.
  Tuvo la mala fortuna este poeta de nacer de culo y de ir de culo por la vida, pues no eran reconocidas sus obras por los subsidios consistoriales. He de decirlo: había en el Ayuntamiento un edil ayuntado a la zafiedad, tan humana, de no poner el erario público al servicio de tan preclaros y limpios culos como el de nuestro poeta, que languidecía sin erario ni público en un discurso enmudecido por la salvaje indiferencia del concejal tránsfuga y por eso eternal.
  Pero he aquí que el poeta se muere y un crítico de la capital, en el proceso de documentación para una Historia verdadera y postmoderna de la mierda y sus circunstancias y concepto en la poesía de márgenes y aldeas, se fijó en el profundo culo que se manifestaba con vitalidad cerril en cada uno de los versos del poeta preñados de mierda. Escribió una monografía titulada El ser-posible-ser-sentido-posible postmoderno. Por el culo más allá del nihilismo: del ser o la mierda; y caló tanto entre especialistas y escaparatistas, que el alcalde no tuvo más remedio que encargar el levantamiento de una estatua del hijo predilecto y poético en la Plaza Mayor. (¡Oh Plaza Mayor de los pueblos, ágora y culo de cada orgánulo geográfico de la cartografía social, Tarpeya de la humanidad ante la humanidad y centro neurálgico de barberías, cafeterías y farmacias, casas del hombre y de su pequeña grandeza de Plaza Mayor, oh!).
  En las fruterías no se hablaba de otra cosa. ¿No había sido el poeta un hombre del pueblo, es decir, una persona humana, un desleído anónimo ciudadano que solía entrar en la tienda casi con vergüenza y que con su tímido silencio no dejaba de entonar el abierto poema vacío en el que podían tener cabida las zapatillas de casa, las batas raídas y las anécdotas forunculares? Sin conocer ni una letra de sus libros (autoeditados con el culo), nadie dudaba de que aquel hombre había hecho de la simple humanidad una oda prosopopéyica de andar por las verdulerías, las barberías, las cafeterías y las farmacias, así que se merecía aquel monumento.
  Llegó el día de la inauguración. El alcalde intentaba descorrer la cortinilla que velaba al poeta.


[¡Ni es la de nuestro poeta ni se parece esta estatua a la suya, ay, qué pena!]

  El sencillo mecanismo se trababa. El pueblo murmuró. El concejal, impaciente y prosaico, le dio un tirón al trapo. Y por fin se descubrió la estatua, que estaba de culo; y estaba además el poeta en inestable equilibrio, de puntillas sobre un pie, como un danzante de Matisse o como si no quisiese pisar una mierda de perro descubierta en el último momento; y la tela se enganchó entre sus dedos mágicos, y por un instante la gente rió porque daba la sensación de que el poeta estaba a punto de limpiarse el culo con aquella gasa; pero esto duró poco, pues la estatua comenzó a inclinarse y al final cayó de espaldas y con el culo le abrió la crisma al recalcitrante edil que nunca había hecho caso al poeta laureado y que tan mal te caía, lector. ¡Poética justicia!