sábado, 7 de enero de 2012

PALABRAS: Los nombres lo son todo




Dijo Wilde por boca de uno de sus álter ego, Lord Henry Wottom. Wottom, Bottom, al fondo mismo. Wilde, loco Wilde. Cinco letras bailando excéntricas. ¿No te era suficiente un nombre? Oscar Fingal 0’Flahertie Wills Wilde. Tú y tu afán con la decoración. Fíjate bien, Óscar: KAFKA. Cinco letras, no más, tres en realidad. Sólo una vocal, la a que se aleja volando entre sus diarios y nos deja boquiaaaaabiertos; una F (de Felice, ¡sin duda!, pobre Kafka…) y dos kas. K de kaka, k de kuko, kafkaolat, kafkivano.

Dorian Gray, oro que reluce entre lo gris. No blanco y negro, no bueno y malo, fuera moral, sólo belleza o fealdad. “Reconozco que creo que es mejor ser hermoso que ser bueno. Pero por otra parte nadie está más dispuesto que yo a admitir que es mejor ser bueno que ser feo” (El retrato de Dorian Gray, capítulo 17).

“Hemos perdido la facultad de dar nombres hermosos a las cosas. Los nombres lo son todo. Nunca me peleo con las acciones. Mi única disputa es con las palabras.” Wilde (El retrato de Dorian Gray, capítulo 17).

Consisto en literatura, no soy ninguna otra cosa ni puedo serlo”. (Cartas a Felice, 439) Kafka.

El amor a la palabra, la que desvela y oculta, la que juguetea y apunta, la que dice y desdice, crea y recrea.
¿No era pura pasión por las palabras la que dominaba a Flaubert, quien podía dedicar días e incluso semanas en pos de la palabra perfecta o puliendo una frase?

¿Adjetivos?, ¿verbos?, ¿nombres?, ¿letras? ¿Elegir?
Y luego están los sonidos abiertos, cerrados, oscuros, livianos, aquellos que explotan, los que fluyen, los que friccionan…, aquellos que dan musicalidad y ritmo a las palabras bien hilvanadas.

Unos nombres propios: Nietzsche, Heidegger, Bach, Kierkegaard, Cervantes, Beethoven, Van Gogh, Rilke, Flaubert … ¿Realmente fueron heredados? ¿No los crearon y dotaron de vida?

Y este fue el supremo don de Dios al hombre: la palabra, el poder de denominar. Así dice el Génesis (capítulo 2, versículos 18 a 23):

Después dijo el Señor Dios: «No conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada».

Entonces el Señor Dios modeló con arcilla del suelo a todos los animales de campo y a todos los pájaros del cielo, y los presentó al hombre para ver qué nombre les pondría. Porque cada ser viviente debía tener el nombre que le pusiera el hombre.
El hombre puso un nombre a todos los animales domésticos, a todas las aves del cielo y a todos los animales del campo; pero entre ellos no encontró la ayuda adecuada.
Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y cuando este se durmió, tomó una de sus costillas y cerró con carne el lugar vacío.
Luego, con la costilla que había sacado del hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre.

El hombre exclamó: «¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Se llamará Mujer, porque ha sido sacada del hombre».

Y en palabras de San Juan, la palabra es vida y la vida es palabra:

Al principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra
y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
 [...]

La Palabra era la luz verdadera
que, al venir a este mundo,
ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo,
y el mundo fue hecho por medio de ella.

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